Quizá no sea muy evidente a primera vista, pero existe una manera concreta en que los adultos hablamos a los niños. Y aunque no sea con mala intención, a veces este modo de comunicarnos no es el mejor para ellos. ¡Ni para nosotros!
Las personas adultas repetimos los patrones en los que hemos sido educados y las maneras de interactuar que hemos visto siempre. Sean o no nuestros hijos, ejercemos una serie de cambios en nuestra comunicación que no tienen lugar cuando hablamos con otros adultos. Este patrón es el que también usamos, consciente o inconscientemente, en la comunicación con personas con diversidad funcional.
¿Qué características tiene esta comunicación? Si prestas atención, verás que modulamos nuestra voz, bromeamos sobre el estado de ánimo de los niños como jamás lo haríamos con un adulto, ejercemos contacto físico sin permiso, obligándoles a dar abrazos o besos sin preguntar, y hacemos bromas sin tener en cuenta su situación y sus emociones.
¿Cómo hablamos con los niños? Recomendaciones básicas
Pregúntate en qué aspectos te ves reflejado y qué cosas quieres cambiar. Como todo comportamiento, podemos mejorar poniendo atención a nuestra actitud. Aquí recogemos los siguientes tips:
- Haz otras preguntas. ¿Quién no le ha dicho alguna vez a un niño “¡Qué guapo eres! ¿Ya ayudas a tu mamá?”. Podemos modificar las preguntas a “¿Qué te gusta hacer?” o “¿Qué te gusta hacer en casa?”
- Pide perdón. Todos somos personas íntegras, seamos niños o adultos. Si te equivocas, reconócelo. Les enseñarás el valor del perdón.
- Justifica las órdenes. Los padres, a veces, damos órdenes arbitrarias sin facilitar una explicación. ¿Qué tal si en lugar de “No toques eso” les explicamos la situación? “Estamos en una tienda y…”
- Ten en cuenta su opinión. A veces, cuando hablamos con los niños, les hacemos una pregunta y no valoramos su respuesta (“¿Te apetece ir a casa de tus primos? No, bueno, iremos igual”). Es importante valorar su opinión y que la niña o el niño sepa que es importante para nosotros.
- No escondas información en el día a día. A veces, por miedo a que les afecte, no contamos toda la verdad a nuestros hijos. En ocasiones puntuales puede ser necesario adaptar la información o filtrar qué cosas explicamos y qué cosas reservamos para otro momento. Podemos adaptar la información para que la entiendan, pero ocultar la verdad suele ser contraproducente. Los niños leen emociones y mensajes sesgados con facilidad, y son conscientes de que se les oculta la verdad. Esto puede causarles ansiedad, así que es importante establecer una comunicación cercana con ellos.
- Ten en cuenta su estado de ánimo. Sé consciente que sus sentimientos son verdaderos y no le des órdenes negativas “Deja de llorar” → “¿Puedes explicarme por qué lloras? ¿Cómo puedo ayudarte?”. No siempre vamos a hacer cosas que nos apetezcan, en ese caso, podemos tratar de empatizar con ellos «A mí tampoco me apetece mucho ir, pero sé que allí luego lo pasaré bien…”
- Dale autonomía. “No subas ahí, vas a hacerte daño” → “¿Necesitas que te ayude a subir ahí?”
- No impongas castigos arbitrarios. Evita decir cosas como “Si no paras te quitaré los juguetes” y justifica tus acciones con conocimiento de causa.
Como ves, son cambios sutiles que pueden marcar una gran diferencia. Conocer por qué establecemos un tipo de comunicación y no otra nos ayudará a ponernos en el lugar de los niños y esto nos permitirá, tras el análisis, establecer unas bases educativas y personales reflexionadas y seguras.