Desde que empecé a mi vida profesional y creé este proyecto, siempre he tratado de trabajar desde la evidencia científica. La razón es simple: estamos hablando de la salud de las personas. Por que sí, la salud mental forma parte de nuestra salud y también cuenta.
Yo ya sabía que no era un camino fácil y que en muchas ocasiones iba a encontrar comentarios y artículos pretenciosos, sin base científica alguna y, por supuesto, esparciendo más mitos y estigma en torno al Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad. Pero también tenía claro que con la evidencia científica de mi mano (y hablo de revistas y profesionales reputados, cuyo trabajo ha sido validado y reconocido por la comunidad) tenía a mi gran aliada en este camino.
El problema es cuando hablamos de “evidencia científica” y “artículos científicos” sin aportar ni un solo dato. Ni una solo referencia. Poco más como si hablásemos de un ente divino con cuya mención ya vamos a llevar la razón.
Mi madre, madre de un hijo con TDAH, siempre me enseñó a argumentar. A tener claro qué defendía y por qué. A criticar toda información que recibía y dar base a la que yo defendía. Mi madre me enseñó a ser brava porque al final, en este mundo, o lo eres o ante el tipo de barbaridades sin sentido ni evidencia que acabas leyendo, puedes terminar desgastada, cansada y lo peor: sintiéndote culpable.
No voy a explicar por qué escribo este artículo. Muchos ya lo sabéis. Yo únicamente vengo, dejo esta información, estas referencias, estos enlaces aquí y ya que cada uno aprenda (aunque también hay que querer aprender, os lo digo yo que soy pedagoga).
Este artículo no pretende más que brindar información muy básica sobre el trastorno, acompañada de artículos y revisiones que podéis leer si queréis informaros un poquito más sobre el tema. Los artículos han sido seleccionados a través de la formación que he recibido a lo largo de estos años. Son artículos, además, que han sido recomendados por mucho de los grandes profesionales que me han dado clase.
TDAH y cerebro.
La plasticidad cerebral se refiere a la habilidad que tiene el cerebro para cambiar y adaptarse al entorno. Cuando trabajamos con algún tipo de intervención psicológica (en casos de TDAH podemos hablar de intervención cognitivo-conductual, por ejemplo) buscamos precisamente ese cambio. Que el cerebro, poco a poco, genere nuevas conexiones. Pasa lo mismo cuando trabajamos con depresión, trastorno de ansiedad… Las técnicas utilizadas ayudan a crear nuevas conexiones o a establecer patrones de comportamiento que, poco a poco, harán que nuestro cerebro cambie. Obviamente, esta plasticidad se da de manera más sencilla en la infancia.
El cerebro cambia. Sí. Cuando tenemos depresión, por ejemplo, generamos menos serotonina. Con TDAH, tenemos problemas en los neurotransmisores de dopamina y noradrenalina (Neurobiology of Attention Deficit Hyperactivity Disorder https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1056499307001277) y otras áreas del cerebro (por ejemplo, la corteza prefrontral) maduran de forma más ralentizada que en personas sin TDAH. Estas alteraciones se han visto analizadas por múltiples investigaciones (Towards systems neuroscience of ADHD: A meta-analysis of 55 fMRI studies). En algunas de ellas, además, se han realizado pruebas de neuroimagen para observar los cambios en el cerebro entre personas con TDAH y controles (Quantitative brain magnetic resonance imaging in girls with attention-deficit/hyperactivity disorder, Quantitative brain magnetic resonance imaging in attention-deficit hyperactivity disorder).
Diagnóstico en TDAH
Cuando hablamos de diagnóstico en salud mental casi siempre vamos a contar con información que obtendremos a través de:
- Entrevista con el paciente.
- Pruebas diagnósticas (tests con validez y fiabilidad que nos den claves o pistas sobre el posible diagnóstico y que nos ayuden a hacer un buen diagnóstico diferencial).
Cuando hablamos de diagnóstico en niños, además, realizamos entrevistas con las familias, les pasamos tests adecuados que pueden darnos más información, recogemos un informe escolar e, incluso, podemos pasar también cuestionarios y pruebas a los profesores para obtener la mayor información posible.
Con toda esta información, el o la profesional realiza una valoración que le permite, por un lado, emitir un diagnóstico si es el caso, crear una estrategia de intervención aplicada a las peculiaridades del paciente y, finalmente, tener en cuenta también las fortalezas de la persona.
La familia nos deberá brindar información del niño. Desde el embarazo a su infancia y, por supuesto, deberemos tener su historia clínica y descartar otras posibles causas para los síntomas que estamos estudiando (por ejemplo, en muchas ocasiones encontramos casos con síntomas de TDAH de subtipo inatento que terminan siendo debidos a un déficit auditivo).
El diagnóstico debe ser lo más concreto y personalizado posible porque solo así, la intervención será más eficaz.
La pregunta que muchos se hacen es, ¿por qué no se realizan pruebas de neuroimagen para diagnosticar TDAH?. Este tipo de pruebas se realizan, únicamente, para descartar otras posibilidades, pero no para realizar el diagnóstico. Sin embargo, en investigación sí que se recurre a este tipo de pruebas. No solo para TDAH, también para ver los cambios del cerebro en personas con depresión, trastornos de ansiedad…
En la práctica clínica habitual, no se realizan estudios de neuroimagen como parte del diagnóstico en salud mental. Es importante que entendamos que en investigación tenemos un número de muestras grande, que nos permite obtener datos fidedignos de lo que investigamos. Cuando trasladamos esto a la práctica clínica, con un solo paciente, no es tan sencillo. No podemos comparar la neuroimagen de un solo paciente con TDAH con la de otro sin y emitir un diagnóstico. Eso sería irresponsable. La neuroimagen nos permite entender las diferencias en el cerebro para que podamos abordar mucho mejor la intervención. No necesitamos tener una resonancia o un mapeo para cada caso, porque precisamente, gracias a la cantidad de muestras que se usan, es como científicamente hablando, podemos establecer la evidencia (obviamente, con muchos más procesos de por medio y asegurando la rigurosidad del procedimiento) (Structural and functional neuroanatomy of attention-deficit hyperactivity disorder (ADHD)).
Después del diagnóstico, ¿cómo intervenimos?
La intervención recomendada en TDAH depende de la gravedad del caso. En casos más leves se aconseja la intervención a través de la terapia cognitivo conductual o de modificación de conducta. Por otro lado, cuando los casos son más moderados o graves, la recomendación es, además de la terapia, incluir intervención farmacológica.
Por otro lado, se aconseja:
- Trabajar las habilidades sociales.
- Realizar psicoeducación.
- Obtener adaptaciones en el centro educativo.
El objetivo de la intervención es que la persona tenga una mejor calidad de vida, que desarrolle estrategias para mejorar y que, poco a poco, pueda controlar mejor su vida. En este sentido, la medicación nos ayuda en el día a día para que la terapia pueda realizarse de manera mucho más efectiva y para que nuestra calidad de vida (no solo en el centro educativo) sea mayor. No, la medicación no es la solución (ni en TDAH, ni en depresión), pero sí que va a convertirse en un buen de apoyo mientras mejoramos. Va a dotarnos de la estabilidad que necesitamos.
La medicación está más que controlada, los estudios indican que además, previene la aparición de acciones y abuso de sustancias en la adolescencia. La medicación siempre está controlada por un profesional que selecciona la más adecuada para cada caso. Para aprender más, os recomiendo leer este artículo de Soutullo y Álvarez Gómez, Bases para la elección del tratamiento farmacológico en el trastorno por déficit de atención/hiperactividad. Nos parece un artículo que resume muy bien el funcionamiento de cada tratamiento y, además, en su bibliografía podéis encontrar bastantes metaanálisis y artículos que os ayudarán a comprender un poco más cómo funciona cada tipo de medicamento. Sin mitos de por medio.
Por otro lado, la intervención psicológica es fundamental. A través de la misma adquirimos estrategias que nos permiten resolver los principales problemas que los síntomas nos causan en nuestro día a día: en el centro educativo, en la vida familiar, con los amigos… En este sentido, tenemos dos artículos, en este caso dos metanálisis recomendados:
- Cognitive training for Attention-Deficit/Hyperactivity Disorder: Meta-Analysis of Clinical and Neuropsychological Outcomes from Randomized Control Trials.
- Behavioral Interventions in Attention-Deficit/Hyperactivity Disorder: A Meta-Analysis of Randomized Controlled Trials Across Multiple Outcome Domains.
La responsabilidad de informar
La información es poder. Sin embargo, llamar información a todo es más que peligroso. Cuando una información no solo te quita el poder, si no que además te juzga, ataca tus decisiones, autoestima y tu historia vital, entonces, tenemos un problema.
La desinformación hace daño a las familias con hijos con TDAH porque en ellas se realizan afirmaciones lapidarias que no solo nos afectan a nosotros, también terminan convirtiéndose en un rumor que nos rodea: Allá donde digo que mi hermano fue diagnosticado con TDAH a los siete años, hay un rumor de fondo. Yo ya sé lo que van a decirme. Ya tengo mi respuesta articulada porque, desgraciadamente, me lo han dicho tantas veces que mi respuesta es casi mecánica.
Los medios de comunicación ayudan a que este rumor se fortalezca cuando, en artículos en los que aseguran conocer la evidencia científica, hablan de “dopaje”, “anfetas” o aún peor, aseguran que “las familias no quieren educar a sus hijos”. Me pregunto qué profesional, en una entrevista con familias diría palabras de ese tipo. Me preguntó en qué artículo científico de calidad mínima aparecerá la palabra “anfeta”.
Cada vez que un artículo de este tipo se publica, la comunidad TDAH se vuelve más fuerte. Todos nos unimos y respondemos. Apoyamos a las familias. Creamos artículos que ayuden a conocer mejor el TDAH. Desmentir esas cosas que tanto daño nos hacen. Lo que no sé es si es suficiente. Porque nunca lo es. O eso parece.
Como decía al comienzo del artículo, hay personas que no quieren aprender. Una escribe una revisión con más de 1.500 palabras con artículos científicos que avalan cada uno e los puntos de los que habla y sabe que al final siempre la leerá la misma gente. Las personas que en realidad no necesitan aprender más ni leerlo.
El TDAH tiene repercusiones en las familias y los niños y niñas (y ADULTOS) que tienen el trastorno. Repercusiones que ya están más que estudiadas (Impact of attention-deficit/hyperactivity disorder on the patient and family: results from a European survey, Functional consequences of attention-deficit hyperactivity disorder on children and their families) y contra las que necesitamos luchar. Por que todos los niños deberían tener el mismo derecho a ser felices, a tener relaciones sanas, a tener una educación adaptada y de calidad. En definitiva: todos los niños tienen derecho a ser niños. Y si para ser felices necesitan un tratamiento, los adultos, como personas responsables, deberemos abordarlo.
Porque a mí me hubiera gustado que mi hermano hubiera tenido las herramientas necesarias para tener una infancia feliz. Por eso yo escribo esto.